Wednesday, February 04, 2009

Los amigos no tan amigos


El corazón trastocado se pregunta con firmeza: ¿qué ha ocurrido?
La sangre silenciosa no se pronuncia en lo más mínimo.

El corazón insiste: ¿por qué me ha pasado esto a mí?
La sangre ya cansada lo mira con desdén…

El corazón poseído por un espíritu de angustia incontrolable exclamó: ¡mientras ves que me ahogo en mi pesadumbre tú te limitas a mirarme sin decir nada!

La sangre respondió: ¿qué quieres que te diga?. Yo creo que el problema que tienes viene de ti mismo, yo no tengo ninguna responsabilidad.

Atónito por la respuesta de la sangre que consideró una insolencia, el corazón dijo con cólera: ¡tú eres la que me irriga con tu líquido, por lo tanto todos mis problemas vienen de ti!. Sólo tú puedes sacarme de esta angustia que ya no me deja hacer nada.

Con indiferencia, la sangre miró hacia un lado y suspiró. Luego de largos minutos en que ambos parecían haberse aburrido de la discusión, la sangre preguntó: ¿de verdad crees que todos tus problemas vienen de mí? ¿Te das cuenta de lo que dices?. Creo que debes madurar un poco y abandonar esa actitud infantil de decir que la causa de tus problemas provienen de los demás. Yo sólo cumplo con irrigar el cuerpo con mi líquido para que funcionen los órganos, y tú me bombeas para que no quede estancada en ninguna parte. ¿Te das cuenta que los dos tenemos una función en común pero que a la vez cada uno posee un ámbito de autonomía y libertad?, ¿cómo es eso de que tus problemas son mi responsabilidad?.

El corazón no supo qué responder, pues era la primera vez que la sangre lo interpelaba de manera tranquila, coherente y pausada...¿acaso tenía razón?.

La sangre agregó: claramente yo puedo hacer que tus problemas sean menos dolorosos o más fáciles de sobrellevar, ya que para eso están los amigos. Pero lo que no puedes hacer es exigirme que yo me sienta responsable de tus desafortunados sucesos. ¿Entiendes realmente lo que te digo?

El corazón observaba a la sangre con una mirada mezcla de admiración y tristeza. El sentimiento que lo embargaba era de una felicidad tremenda al darse cuenta de lo madura que era su amiga, y por otra parte, de una pena incalculable, pues caía en la cuenta de todas las situaciones amargas por las que hizo pasar a la sangre con su actitud intransigente e injusta…


Walter Schulz